París nunca fue tan divertido
- La Torre del Editor
- 11 mar 2024
- 2 Min. de lectura

Sin desmerecer las indicaciones de los galenos, la combinación de buenos sentimientos y buenas letras es, a mi entender, la piedra angular de una vida dichosa. Siempre he creído en las virtudes salutíferas de la buena literatura, en el poder de la fabulación para contrarrestar los efectos más perniciosos de estar uno entregado a las vicisitudes de la vida práctica, viviendo rápido y en precario, y como quien dice, con la lengua fuera.
Souvenirs d’un autre monde, la última novela de Liss, en mi opinión su mejor obra hasta la fecha, cumple con nota sobresaliente esta función terapéutica de la literatura. Souvenirs d’un autre monde es un libro escrito por un autor con rodaje que conjuga a la perfección la sensibilidad artística con los trebejos del oficio. La prosa es musical, fluida, de brocado fino, jugosa pero sin llegar al empacho, denota una madurez y un cuajo que no suelen ser fruto únicamente de la inspiración y el azar. Souvenirs d’un autre monde es una obra deliciosa, muy en consonancia con la bombonería donde se desarrollan los hechos, un local de época, que imaginamos con una estética entre lo anticuario y lo modernista. en el que se representan, en petit comité, las virtudes y los vicios de esa Babilonia moderna que fue el París fin de siecle, intersección de todas las tendencias, de todos los dilates, de todas las invenciones y todas las habladurías.
Souvenirs d’un autre monde es una obra protagonizada por un grupo de mujeres divertidísimas, expertas en el nada fácil arte de nadar y guardar la ropa, con peinados rocallescos, sombreros gaseados y criolinas con más fondo que un secreter, mujeres todas ellas de verbo fácil y sospecha pronta, dotadas de un talento especial para olfatear las debilidades del prójimo y ponerlas sobre la mesa con una elegancia sin par, convirtiendo lo serio en confite o fruslería. Souvenirs d’un autre monde es una novela para esponjar los sentidos, llena de sabores, de colores, de texturas y aromas, y también de ensoñaciones y evocaciones voluptuosas que ponen las cabezas de las señoras, y también la de los caballeros que juegan a los hechos galantes y no tan galantes, como un carrusel. Esta obra une la sofisticación con lo ligero y está tratada con un humor de una exquisitez cuya filiación no podemos establecer a ciencia cierta, pero que resulta difícilmente igualable, donde lo picante nunca aplana a lo dulce, pues a fin de cuentas el asunto va de bombones; y conste que no todos se venden en la confitería de Madame Granier.
Entren pues en Souvenirs d’un autre monde y empápense de esa atmósfera saturada de acontecimientos menudos, un tanto irreverente y frívola, pero en última instancia entrañable, deliciosamente decimonónica cuando este siglo, crisol de todas las épocas, está ya a piques de descornarse. Liss Evermore nos ofrece una oda al mundo de ayer, porque en lo pequeño, ocurren cosas grandes como un mundo, a veces.
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