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Quien lega la impronta, condiciona el futuro.




El hacha olvida, pero el árbol no, un título original, de los que ya no se estilan, para una novela de contemporánea como la copa de un pino, bien escrita y que manifiesta en su autora una sensibilidad literaria sobresaliente. Carmen Mascaró Lazcano ha dado el salto desde la prosa académica a la artística, como quien salta un charquito de agua en mitad de la calle, con una soltura y una gracia envidiables. Amén del dominio de las herramientas del oficio, Carmen tiene una profundidad psicológica, una imaginación y una finura en el detalle que evidencian a un auténtico animal literario, de aparición tardía, tal vez, aunque, ya se sabe que, como reza el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena, y la calidad no es cosa que pueda quedar constreñida a números.

El hacha olvida, pero el árbol no, es una novela que toca varios palos: el costumbrista, el realismo mágico, el tremendismo autóctono, la novela psicológica, el humor a bandazos, la tensión erótica, la novela de formación y deformación. Hay en sus páginas mucho de esa tradición de la España Negra, país mitad real mitad mítico, ahormado en férulas demasiado angostas, aquejado por una molicie de tercianas, escuchando como un alucinado, el desafino permanente de la carcoma royendo la viga cumbrera. Una España triste, dormida en el vómito de su propia borrachera histórica, tratando de alborear tras el murallón de nubes, tentando como un ciego en casa ajena, la puerta de salida. Algunos fragmentos me recordaban a José Gutiérrez Solana, a Cela, a Luis Martín Santos, a esa literatura miserabilista y tremebunda, con su parte de estética chillona y su parte de protesta social, que tiene raíces muy profundas en la literatura española y atraviesa como un espetón el realismo decimonónico, cierto regeneracionismo que se solaza en las taras y llega hasta la literatura de la posguerra y más allá, y llega hasta los heraldos de la justicia social y los suspiros existencialistas, ya en los albores de la democracia. Siempre ha habido aquí cierto gusto mórbido por el esperpento y lo grotesco, del mismo modo que una de las conversaciones más manidas es la referente a las patologías: las ajenas y también las propias. Otros párrafos me recordaban a las novelas del Boom iberoamericano, con ese adobo de elementos que parecen sacados de una fábula, de cosas que dudamos si realmente pueden ser así, entre el asombro y la congoja, con mucha densidad sensorial y un color casi barroco.

La protagonista de la novela es una niña sin nombre, una niña a la que siempre llamaron Niña, negándole de este modo lo concreto de la personalidad, esta niña sufre ciento y una vicisitudes, conoce a personajes estrambóticos, sublimes, deplorables, alguno incluso bueno, aprende a base de golpes, pero siempre se levanta como si nada, porque para ella vivir es el mandato supremo y quien nace en el dolor se habitúa y lo siente menos; y este es otro de los temas del libro: la impronta que dejan determinados hechos en la infancia, como una especie de molde en el que se van vertiendo las experiencias nuevas que, a menudo, quedan como si fueran proyectadas sobre un espejo aberrante. Sí, el pasado, cuando ara profundo en la tierra psíquica, condiciona y genera complejos, ideas fijas y resentimientos varios, de ahí que, el hacha olvide, pero el árbol no; el árbol quiere una compensación, una venganza, una restitución imposible.

Niña va y viene, traza círculos que no pueden cerrarse, comprende que son muchos los que consideran a su ombligo el centro del mundo; aves rapaces sin alas y alimañas en bipedestación; algunos incluso dedican una parte de su tiempo a perorar sobre asuntos morales. Esta, la historia de Niña, es dura, es triste, pero a menudo nos hace reír con sus ocurrencias y nos seduce con ese modo tan directo de afrontar la vida, orillando los escollos como en un concurso de quites, con un amago y un giro de caderas. El hacha olvida pero el árbol no es una novela para estómagos afectos al alimento literario de primera clase. Un libro magnífico del cual no quiero decir más, porque ustedes han de leerlo y sacar sus propias conclusiones. Vaya un brindis por la autora.

 
 
 

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