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Una joya del "Cozy Mystery".


Mala perdedora es un libro perfecto; es decir: un libro en el cual nada falta y nada sobra, un libro llevado a término con una prosa impecable, sin errores, que ni flaquea ni desafina. Habrá quien prefiera otros géneros; esto ya es una cuestión ateniente al gusto y sobre gustos, ya se sabe, no hay nada escrito, pero nadie puede presentar de modo cabal enmienda alguna a esta obra que cumple todos los requisitos de la literatura de calidad, lo cual, tómese nota, no merma un ápice el entretenimiento que nos brinda; al contrario, este entretenimiento tiene un espectro de coloración más amplio, más fino.

Mala perdedora entra dentro de la categoría “cozy mystery” o ”cozy crime”, género amable que orilla los ángulos filosos y los elementos crudos del género policiaco o de misterio tradicional: aquí imperan el humor, los tonos suaves, las transiciones blandas. A mi entender, el “cozy” es un género complicado porque requiere de una prosa suelta, plástica y de un ritmo pizpireto y constante; sin un dominio de los recursos literarios y sin una psicología que abarque todo tipo de sutilezas esto es misión imposible. Por fortuna en Ernesto, el autor, concurren estas cualidades y el libro cumple todas las expectativas de un lector exigente; en este sentido es una apuesta segura al ciento por ciento y aventuro que rara vez su lectura durará más de tres tardes. Como yo digo, y lo digo en convicción de quien muestra la verdad de las cosas: es imposible que Mala perdedora no guste; el libro viene con garantía implícita: la que otorga una escritura ondulante, con cuajo, de las que no abundan. Una escritura que parece fácil pero no lo es; y en esto consiste la maestría: en que lo complicado parezca fácil, o dicho de otro modo, en que lo complicado se ejecute con una pasmosa naturalidad.

El argumento es el siguiente:  dos amigas de la adolescencia se reencuentran después de muchos años en el pueblo de ambas, Villarcilla (un pueblo manchego arquetípico); el motivo: encontrar a quien quiera que esté sustrayendo los libros de la biblioteca (La lamprea lectora, lo llaman) de la cual una de ellas, Ana Fonseca, es la encargada. Ambas, además, junto con un extraño, pantagruélico y misántropo señor de apellido teutónico, forman parte de un estrambótico concurso de patios y jardines, lo que les permite, con la excusa de ver parterres, setos y otros elementos de la jardinería, entrar subrepticiamente en las casas de los vecinos por ver si encuentran al famoso ladrón, y de paso destapar algún que otro secreto; y quién no los tiene. Nada de tipos con gabardina, mirada al bies, frases someras y rostro patibulario, nada de tenebrismos, sino un misterio con ingredientes que basculan entre lo cotidiano y la fábula, con algunas cosas serias, pero siempre tomadas de modo amable, con mucho humor, orillando los abismos, meramente insinuándolos. En este sentido el “cozy” es un género muy civilizado, de una seducción elegante que no utiliza la natural querencia del hombre por lo aberrante y mórbido; y le agradecemos el escrúpulo pues de esto ya vamos bien servidos. En fin, que tienen aquí un libro de cinco estrellas, con un sesgo femenino, pero para todos los públicos, pues todos hallarán en él, cada cual dentro de su capacidad, la fruición que se espera de un texto literario. No me canso de decirlo: lean Mala perdedora; no, no les vendo ninguna moto: este es un libro, y ustedes me dispensan la expresión futbolera, de los que crean afición.

 
 
 

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